Los humanos percibimos el mundo en 3 planos: altura, anchura y profundidad.
De esta manera al ver un objeto podemos apreciar todas sus dimensiones, sin embargo, al observar un objeto impreso en un papel solo apreciamos las dos primeras. El cerebro es capaz de realizar un ajuste entre los 3 planos que capta en una imagen, de este modo, los ángulos, contorno y sombra permiten una visión conocida como estereoscópica.
La tecnología 3D se aplica tanto en medios impresos como pintura y fotografía, así como videojuegos, cinematografía y lo que ha sido genial, se utiliza para detectar algunos desórdenes visuales como estrabismo en edades tempranas.
Para lograrlo, las primeras técnicas consistían en unas gafas con rendijas que tienen la facultad de permitir captar la luz de manera diagonal distinta a cada ojo y así darle al cerebro la información necesaria para generar una visión 3D.
Con el paso del tiempo se evolucionó a las gafas con color diferente en cada lente, una roja y otra azulada con el fin de captar las imágenes proyectadas con diferentes colores permitiendo que el cerebro interprete las diferencias de cada ojo y de esta manera aplicar la profundidad que da la ilusión de ver un objeto que sale de la pantalla.
La tecnología ha avanzado al proyectar de manera alternativa diferentes perspectivas que son captadas por unas gafas sincronizadas al proyector de tal modo que cada lente se vuelve opaca o transparente a una gran velocidad, logrando que cada ojo siempre reciba la misma perspectiva. A estas gafas se les conoce como gafas activas.
Hoy en día la sensación de tercera dimensión en televisiones digitales se produce utilizando polarización circular (derecha e izquierda), esta solución es muy práctica ya que solo se necesitan anteojos polarizados para disfrutar la visión 3D.
– Marisol Gutiérrez